Hasta agosto de 2019, Vaca Muerta había tenido un proceso de crecimiento e inversiones entre 2015 y 2019, cuando ingresaron a Neuquén entre 3000 y 5000 millones de dólares anuales.
En ese período, el shale se mostró como una enorme oportunidad. Los no convencionales pasaron de ser la respuesta para impulsar el suministro interno de hidrocarburos y pensar en un futuro exportador de petróleo y gas a gran escala.
Pero en agosto del 2019, todo ese proceso tuvo un primer punto de quiebre. El decreto 566, del gobierno de Mauricio Macri, estableció un primer cambio drástico en un escenario que hasta ese momento era de crecimiento.
La normativa le puso un freno al precio interno del crudo y una cotización a la baja. Así, el barril en Argentina cotizaba a u$s 59 pero con la divisa estadounidense a un valor más bajo que en el mercado oficial ($45,19). Hubo leves modificaciones de esa cotización para que la suba del dólar paralelo no ampliara aún más la brecha cambiaria.
La decisión del gobierno de Macri fue una suerte de salvavidas para la emergencia: el oficialismo había salido debilitado de las PASO y los problemas macroeconómicos, que ya eran grandes, tendieron a profundizarse. “Fue una medida excepcional”, explicó entonces el ex secretario de Energía, Gustavo Lopetegui,, sobre el marco que le producía un severo daño a un sector que el gobierno de Cambiemos había utilizado como una usina de buenas noticias, con indicadores crecientes de producción y de reemplazo de importaciones de energía.
Tras ese decreto, de cuya su publicación se cumplió el 15 de agosto un año, el ciclo de crecimiento, que el propio gobierno de Cambiemos también había impulsado, tendió a revertirse.
Las empresas productoras tomaron esa señal como una suerte de preludio de lo que vendría: proyectaban exportar crudo a finales de 2020, pero en lugar de eso frenaron inversiones, señala la nota de Fernando Castro en LM Neuquén.
Dos meses antes, el Precoloquio de IDEA Vaca Muerta, realizado en Neuquén, había reunido a empresas responsables del 54% del PBI argentino, que apostaban a los no convencionales como “ese nuevo campo” desde el que asociar a otras industrias, agregar valor y buscar los dólares que cíclicamente se retacean al país.
El contexto se hizo menos amigable aún para las inversiones: el “reperfilamiento” de la deuda argentina llegó con un cerrojo para girar dividendos al exterior. Luego siguió una larga transición con un resultado electoral, el de la presidencia, casi definido, pero no en los papeles.
Las operadoras ya hablaban por lo bajo de “un año perdido”, en función de todo lo que no iban a poder crecer en los principales bloques de Vaca Muerta por el contexto adverso.
El decreto 566 quedó sin efecto en noviembre del 2019, en medio de un acuerdo tácito de que eso no impactaría en aumentos de combustibles. Así, el gobierno anterior buscaba atenuar el efecto inflacionario, algo que de todos modos no ocurrió por la constante presión sobre el dólar que el contexto económico imponía y todavía impone.
La llegada de Alberto Fernández a la presidencia no alteró ese escenario en el primer tramo, salvo un aumento de naftas en diciembre. Fue el último, en una seguidilla de 10 que se sucedieron en el 2019.
La prioridad de la nueva gestión fue buscar un acuerdo con los acreedores externos, preacuerdo que se logró en el mes de agosto. Mientras tanto, la producción creció sin inversiones nuevas: los pozos perforados llegaban a picos de producción que, en el caso del gas, no se veían hacía 10 años (88 MMm3/d, julio 2019) y en el petróleo hace una década (170 mil barriles diarios en marzo pasado).
El presidente Alberto Fernández prolongó el freno del precio de los combustibles y en buena parte de este año no tuvo la presión del crudo internacional: la crisis mundial y la puja de cuotas del mercado derrumbaron la cotización del Brent, después de lo que sí intervino el mercado interno del crudo, con el barril criollo, un precio sostén reclamado por las provincias productoras para no perder más regalías.
Quizás el preacuerdo con los acreedores privados traiga un poco de aire y permita ver qué significa una política energética para el actual gobierno nacional. El presidente llegó a manifestar que Vaca Muerta puede ser central en ese despegue que necesita Argentina para reactivar sus industrias.
El saldo de un año de caída, con incidencia en el último semestre de la pandemia del coronavirus, muestra que la suma de la producción (crudo y gas) en el mejor de los casos se mantiene constante. Sin embargo, casi no se perfora.
Según las últimas perforaciones, había seis perforadores en operación en todo el país, una dura caída en el nivel de actividad, si se piensa que en enero había 48 equipos en actividad, 22 menos que en el año anterior.
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